El clan
E
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l tiempo; según algunos, es más
antiguo que el universo. ¿es una ilusión o de dónde viene? Lo cierto es que
vamos sumando tiempo de forma muy particular, creciendo bilógicamente e
intelectualmente hasta alcanzar progresivamente cada una de esas etapas de vida
alcanzando la madurez. Es indetenible, no existe un alto para acomodarse o
pensar, todo hay que hacerlo en esa dinámica evolutiva del hombre, el tiempo
como factor de vida; indispensable como cada célula que compone el cuerpo,
piezas humanas que sufren desgaste, deterioro; en consecuencia, el único
responsable de ello, somos nosotros mismos, nuestro cuerpo se comporta y
funciona como lo deseemos. Luego en un periodo muy específico iniciamos el
descenso, después de haber llegado a la cúspide, exitoso o no, a razón de una existencia;
se inicia hasta consolidar la vida, hacia otro estadio. Nada conocemos de ella,
nada es preciso en ese nuevo espacio para nosotros luego de haber cumplido con
el lapso de tiempo que es tan preciso en cada uno como la huella dactilar, el
cronómetro de vida que, a la llegada del fin; desde la fase celular inicia la
cuenta regresiva. Solo lo sabemos, más no lo conocemos, tememos el arribo de
ese segundo determinante que culminará la luz, dejamos de funcionar con la
visita de la tan temida muerte.
A sabiendas de estas condiciones
existenciales nos encaminamos a llevar la rutina cotidiana en función de la
formación personal, familiar, profesional y social. Sin importar el
cumplimiento humano, en algunos casos olvidamos la razón y prevalece el
capricho, olvidamos la salud e ingerimos cualquier cantidad de alimentos que
perjudican nuestras capacidades físicas, aun así; la irracionalidad se esmera
por conciliar la conducta que más adelante estaremos arrepentido o deprimidos
por no haber tomada acciones a tiempo. Por ende, seguimos amparados dentro de
la condición humana, máquinas perfectas que las convertimos en imperfectas.
Un día más o un día menos, el jueves
veinte de octubre de 1955 abandoné el mundo gestante para anclar el resto de la
vida en el plano material universal, un nuevo mundo con otros objetivos y tal
vez una misión de vida. Aunque, larga o corta que fuese la existencia siempre
se cumple un objetivo. Este terminal terrestre me recibe entre llantos y
alegrías, o quizás un ambiente usual, acostumbrados a ver el alumbramiento con
causa natural. Lo cierto es que, la llegada fue en una de las habitaciones de la
casa número 62, campo Bella Vista en la población de Lagunillas, Municipio
Alonso de Ojeda, Estado Zulia Venezuela. Una casa singular, común, todas
iguales; solo se distinguen por el número y color que cada habitante adorna
según el gusto de la familia, diseñada para trabajadores y clasificadas según
la categoría del empleado, al estilo corporativo de la industria petrolera,
todas iguales, en bloques residenciales denominados campos residenciales
petroleros, asignadas a obreros o ejecutivos de la industria mientras éste: mi
padre, pertenezca a la plantilla laboral, atendido o asistido por un médico de
familia y algunas colaboradoras con experiencia en recibir a este nuevo ser, en
la misma casa de habitación por razones obvias y la premura del parto.
Un nuevo bebé para la comunidad, un
nuevo bebé llorón que se presta a sufrir de la inexperiencia de una madre
joven, primeriza, carente del apoyo incondicional de su esposo, mi padre. Tal
vez ausente por su trabajo, o responsabilidades que están por encima de un
alumbramiento normal, sin pena no gloria, uno más en el sector, uno más en el
mundo. Ya estoy aquí, y ahora. Posiblemente mi madre embargada por las dudas,
sin saber qué hacer en ese momento tan peculiar, corresponde a conductas
biológicas, maternales, bajo el instinto de protección hacia su hijo. Y así
inicio el camino de la vida. Los primeros meses de vida los que lógicamente
nada recuerdo y tal vez no recordaré nunca. Luego de unos meses, privado de la
fortaleza física para caminar llega a mí la compañía inesperada, mi hermana. Sin
haber abandonado el lapso cuaternario sugerido por los médicos ya mi madre
estaba a la espera de un nuevo miembro de la familia.
Multiplicándose el llanto y elevando
las preocupaciones domésticas por el lado maternal fuimos avanzando
progresivamente en el tiempo y dando paso a la reproducción humana sin pensar
en las condiciones idóneas: casa, trabajo y finanzas. Mi hermana llegó al mundo
en una casa que ahora en este momento conserva su espacio territorial,
convertida en funeraria; Ciudad Ojeda, el mismo Municipio. Dos infantes que configuraron
la vida más compleja para la familia. Sin embargo, aún joven, activa, dinámica,
con solo preocupaciones sublime ya que la juventud no centra la responsabilidad
en toda la extensión de la palabra. Es posible que nuestra llegada al mundo no
fue planificada o pensada en el seno del hogar, sin importar el criterio el
clan familiar va en aumento; un año y algunos meses después se integra a la
familia un nuevo miembro, un nuevo infante; mi hermano. Para ese momento
vivíamos en la Ciudad de Santa Bárbara en el mismo Estado Zulia, ya que mi
padre conducía nuevas responsabilidades laborales, así como mi madre; trabajaba
en la empresa de comunicaciones del Estado como operadora. Aunque las
adversidades cubren irremediablemente a la familia se sigue el plan de crecimiento
familiar por tales razones nos vemos obligados a cambiar nuevamente nuestra
casa familiar llegando a vivir en Maracaibo, en un apartamento del sector
popular de las que para entonces se catalogaban como viviendas modernas
denominadas urbanizaciones residenciales. Es allí cuando arriba el nuevo y
último integrante del clan, mi hermana la que vimos todo el procedimiento del
nacimiento husmeando por las hendijas de la puerta. Era y fue en apartamento de
la urbanización que se convirtió en la casa hogar de la familia, vivimos allí
hasta cumplir la edad adulta, hasta obtener responsabilidades laborales los
miembros más jóvenes en ayuda a las necesidades económicas de la familia.